Desde Gulubú
-grupo de Experimentación y Reflexión- entendemos el teatro como un espacio de
resistencia que sigue brindando la oportunidad de pensar (nos) y de pensar el mundo.
Por eso, hace casi un año
atrás comenzamos a imaginar un encuentro entre Suzanne Lebeau y teatristas, estudiantes, docentes e investigadores
de las Artes Escénicas de Córdoba y región.
Suzanne Lebeau nos visitará a inicios de octubre
Una vez más, llega a Córdoba una de las dramatugras más importantes de la actualidad, con un vasto y particular recorrido en el teatro para Niños y Jóvenes, Lebeau desarrolla una dramaturgia esencialmente libre, plena de emociones y poéticas, un teatro que no duda en mostrar las aristas más sombrías y desoladas de las injusticias del siglo XXI, pero que a la vez también apela a la esperanza afirmando nuevos modos de convivir, de hacer y de sentir. Invitada por Gulubú, Suzanne compartirá con estudiantes, docentes, egresados e investigadores de las artes escénicas, de Córdoba y región, un foro "Acerca de la censura y la autocensura" en el teatro para niñxs y jóvenes. También coordinará un taller de dramaturgia para teatristas de la región.
Invitamos a incursionar en la lectura de una entrevista, que en el año 2010, le hiciera Itziar Pascual, cuando "El ruido que hacen los huesos que crujen" llegaba a la escena europea.
Entrevista a Suzanne Lebeau
Por Itziar Pascual
Revista Primer Acto, Noviembre, 2010
“Los Artistas tenemos un poder que no debemos
gastar en tonterías"
En esta breve
entrevista, Suzanne
Lebeau
nos asoma a la conmovedora escritura de El ruido de los huesos que crujen y a su larga trayectoria de creación en el teatro para la niñez y la juventud.
Como dramaturga y mujer, en sus
palabras, su trabajo tiene una atención prioritaria: dar voz poética a “los
niños desfavorecidos, cada día más desfavorecidos y más numerosos”; hablar en
voz alta de “los abusos, que aun siendo conocidos, se perpetúan”.
ITZIAR PASCUAL.– ¿Qué ha significado para ti escribir un personaje como Elikia?
SUZANNE LEBEAU.– Ese
texto es especial en mi trayectoria como dramaturga. No tengo la certeza de
haberlo escrito, tengo la impresión de no tener ningún derecho de reivindicar
la paternidad o más bien la maternidad de ese texto, pues me ha atravesado como
un cuchillo bien afilado que me ha dañado. Me enfermó entonces y ahora se queda
en algún rincón de la consciencia, como una cicatriz que sólo se podrá cerrar
completamente el día en que ningún niño de la Tierra sufra hambre, frío, o los
abusos múltiples a los que están expuestos los niños… Es un sueño imposible,
por eso sé que nunca me curaré por completo de la historia de Elikia. Pero como dramaturga y como mujer prefiero vivir con esas
cicatrices sabiendo
que grité lo
que
podía gritar, que vivir en un silencio tan indiferente como cómodo y
culpable. No estoy segura de que la dramaturga hubiera podido escribir otro texto sin pasar por éste. Quizás sí,
quizás no. Tengo una sola pequeña
certeza: la mujer nunca hubiera sido capaz de vivir
en
paz sin haber gritado por la
pequeña Elikia, sin haber escrito su cuaderno…
I. P.– ¿Cuáles son las palabras claves de su cuaderno?
S. L.– El cuaderno es mucho más grueso que lo que se puede leer o
escuchar en la obra. En la obra teatral sólo podemos leer o entender partes muy pequeñas. Del iceberg sabemos tan poco… Pero creo que lo más
importante consta en la primera página
del cuaderno:
Quiero que mis recuerdos sean útiles…
Quiero decir a los que hacen la guerra
Que si
el fusil mata el cuerpo del que tiene miedo,
También mata el alma del que lo lleva.
I. P.– ¿Qué podemos hacer
para que Angelina, la enfermera que recoge el cuaderno y es testigo de Elikia,
sea escuchada?
S. L.– Hablar en voz alta. Gritar sin parar. Manifestarnos como los demás
seres humanos, pero sin olvidar que tenemos el poder de hablar en voz alta y
tocar al ser humano en un registro donde sólo el arte puede llegar. Es un poder
inmenso, importante, que preferimos
olvidar de vez en cuanto por miedo, por no tener que sumergirnos en lo más
difícil y más abyecto de lo humano. Es un poder verdadero que nunca debemos
olvidar o gastar en tonterías.
I. P.– ¿Qué te duele de la infancia
hoy? ¿Qué te impulsa a escribir nuevas
obras?
S. L.– Es muy contradictorio. Por un lado, los niños protegidos,
queridos; demasiado protegidos y queridos. Esto me inspiró Zapatos de arena. Nos volvemos
locos con la seguridad, la limpieza, la esterilización, que se han convertido
en valores más importantes que la curiosidad,
la generosidad, la compasión…. Por otro
lado, los niños desfavorecidos son cada día más desfavorecidos y más numerosos.
Los abusos, aun siendo conocidos, se perpetúan
y como consecuencia de los medios
de comunicación nos sentimos cada día más impotentes.
I. P.– ¿Elikia
tiene nuevos hermanos?
¿Has escrito nuevas obras?
S. L.– Escribí una obra nueva, pero no me ha revelado todos sus secretos
y necesito tiempo para volver a leerla, antes de dejarla vivir su vida.
Frecuentar los imaginarios de los jóvenes
P.– Dos acontecimientos
marcarán tu estancia en Europa. En la RESAD, en Madrid, impartirás un taller de
teatro. En París, en la Comédie Française,
asistirás al estreno de ‘El ruido de los
huesos que crujen’. ¿Qué esperas de estos proyectos?
S. L.– Ya recibí lo que podía recibir de la presentación de El ruido de los huesos que crujen en la Comédie
Française: este texto que escribí para niños de 9 años o más, ya
tocó el corazón de los jóvenes, de los adultos en Montreal y el hecho de
presentarlo en este teatro mítico para los francófonos me convenció de que
tengo razón cuando digo que un buen texto para niños tiene que ser un buen
texto para adultos… Y viceversa. Me colmó de felicidad esa noticia.
En la RESAD volveré a encontrarme
con futuros dramaturgos, un placer
que tuve durante trece años en la Escuela Nacional de Teatro de Montreal.
Frecuentar los imaginarios jóvenes es para mí una fuente de inspiración y un
gran estímulo.
I. P.– Al cierre de esta edición, habrás impartido un taller en Culiacán,
capital de Sinaloa, en México. ¿Qué te aporta trabajar con jóvenes de distintas
culturas?
S. L.– Frecuentar los imaginarios
jóvenes y de distintas culturas siempre me causa un placer muy grande. Me
permite saciar un poco mi curiosidad por el mundo y sobre todo por lo desconocido.
Pero es más, mucho más. Como lo aprendí todo sobre los niños con los niños, así
aprendí a escribir compartiendo mis dudas, mis preguntas y los problemas dramatúrgicos con mis alumnos, buscando con ellos soluciones dramatúrgicas a sus
textos.
I. P.– ¿Qué cambia
de tus obras, en el tránsito
de un idioma a otro?
S. L.– Cambiar de un idioma a otro
permite cambiar el punto de vista y aprender mucho sobre el poder de las
palabras, el poder de los idiomas. Te doy un ejemplo que lo dice todo. Escribí
un texto que tenía en francés el titulo Les
petits pouvoirs. Al inglés se volvió en Small victories. No podía soñar con
un título más adecuado, aunque era lo contrario del francés que insistía en la
negociación cuando el inglés ponía el acento en el resultado…
I. P.– ¿Cómo te sientes leyendo tus primeras obras hoy?
S. L.– Las primeras obras hoy las puedo olvidar… Escribía como se
escribía entonces para los niños: desde el exterior, desde fuera… Como un
adulto que dibuja en el aire una ficción destinada a los niños. Empecé a
cambiar mi manera de escribir para niños con Una luna entre dos casas, después de haber observado a muchos niños
en las salas de teatro, asistiendo a espectáculos para niños más grandes, y
también observando a mi hijo en la vida cotidiana, él, que estaba cautivado
tanto por el camión de la basura como por las hojas de los robles mecidas por
el viento de enero.
I. P.– ¿Qué te enseñan cada día tus nietas?
S. L.– A ver al mundo con
preguntas… A dudar… A aprovechar de
todos los momentos. Todas esas cosas y también que todavía no alcancé la
sabiduría y la paciencia que querría.
Tengo mucho que aprender…